Sus primeros habitantes fueron los indios Panches, nómadas y guerreros de la familia Caribe que acostumbraban a transitar por los ríos funza o Bogotá, Yuma hoy Magdalena y Sumapaz eran expertos navegantes. Empleaban sus embarcaciones no solo como medio de transporte sino como medio de supervivencia.
La ciudad comenzó en un sitio ubicado entre los que ahora son dos de los principales atractivos de Girardot, los puentes, el Ospina Perez y el puente del Ferrocarril. En un principio se limitaba a un primitivo puerto, (alrededor del año 1800) según las crónicas de no más de veinte casas, a donde se acogían los pasajeros, que iban y venian de una orilla a la otra en su marcha entre Cundinamarca y Tolima en la canoa de el señor Pastor Montero, "don Pastor", vecino de Tocaima. Quien se ganaba el pan transportando pasajeros diariamente a través de la majestuosa corriente, que los aborígenes llamaran Yuma, y siglos posteriores, los españoles designaran con el nombre de la Magdalena.
Sobre estas playas bañadas por un explendido sol, se erigió la cuna de la ciudad. El río fue testigo de la transformación de la población la cual desde la segunda mitad del siglo antepasado, desde los años 1852 observó cómo sus endebles cabañas cercanas a la orilla, se empezaron a convertir en caserío, trepándose a lo alto del plan, entreabriendo un asomo de progreso.
La antigua población para el año de 1880 abarcaba desde la plaza de San Miguel, el patrono, hasta donde está hoy ubicado el Banco Popular. Los primeros cincuenta años de la villa Acacias del Yuma, fluyeron sin que nada extraordinario se apuntaran en el progreso. El estancamiento en todo este lapso de tiempo se atribuye a que por aquellos años toda la actividad comercial de esta región estaba concentrada en Peñalisa, hoy Ricaurte, donde había establecidas importantes factorías de tabaco y de añil y a donde arribaban los barcos que navegaban en el alto Magdalena. La etapa del progreso vino a desatarse con el comienzo del siglo XX. (hacia los años de1900).
Capitán Rafael Rozo. Pionero del turismo Fluvial
Rafael Rozo Vega, hombre sencillo, dinámico, jovial y optimista. Más conocido como "El Capi Rozo", llegó a nuestro pueblo a dar toda su alegría y calor humano que siempre le caracterizaron. Esto fue suficiente para fijarse una meta y así, hacer de "La Ciudad de Las Acacias" un "Puerto Turístico". Inspirado en su amado Río Magdalena, emprendió la difícil tarea de complacer a sus visitantes que atraídos por el calor, buscaban algo diferente.
la barca del capitan rozo |
El Capitán Rozo ofrecía un paseo a lo largo y ancho del Río Magdalena, un suculento viudo de pescado servido en hojas de plátano acompañado de una cerveza helada, y al ritmo de un Bambuco o una Cumbia el Capitán Rozo amañaba a sus pasajeros.
Línea férrea.
El 27 de mayo de 1881, siendo presidente de la unión, el doctor Rafael Núñez dispuso que se diera principio a la línea del ferrocarril, a cuyo efecto por decreto ejecutivo, se ordenó que el Batallón 5° de Línea, que hacía la guarnición de Ibagué, se denominara 5° de Zapadores y se trasladara a Girardot, como cuerpo destinado a los trabajos de la línea férrea. El 15 de julio se dio principio a los trabajos de movimiento de tierras, en medio de grande entusiasmo y de vítores a la paz y progreso de Colombia.
Más tarde para abreviar la realización de la obra, se hizo un contrato con el Sr. Francisco J. Cisneros, quien se comprometió a concluir el trayecto hasta Tocaima, el que se dio al servicio el 21 de diciembre de 1883. Las primeras locomotoras se nombraron Girardot y Bogotá. Por esta línea llegó la primera locomotora a Facatativá el 13 de febrero de 1909.
Antes |
Ahora |
Primer puente.
Para el año de 1883 fue dado al servicio provisional el primer puente sobre el río que había de durar hasta el año de 1963, con una luz de 75 metros por 3 de ancho y una elevación de 12 sobre el nivel ordinario de las aguas. Su capacidad de resistencia fue de 600 kilos por metro cuadrado.
Estratos que la han formado.
En cuanto a vías de comunicación el mayor prestigio para Girardot lo trajo la navegación fluvial. Estas playas ocuparon el primer sitio entre los puertos del Alto Magdalena y alcanzaron a albergar hasta cincuenta y dos unidades de diferentes compañías, que desataron para la ciudad una era de admirable progreso. Años 1886 a 1935. La construcción de la carretera Cambao 1925 y de los puertos Liévano y Salgar, que acercaban en menor tiempo a Bogotá, vino a producir el colapso de esta navegación fluvial.
Sobre los deshechos muelles vagan las sombras de bongos y champanes, de chalupas y graciosos vaporcitos que anclaban en los fondeaderos. Entonces el puerto hervía de actividad: la carga para media república se cruzaba en los rústicos descargaderos y la mercancía colmaba la avidez insaciable de las bodegas. Una raza gigante y rítmica, resistente y bronceada alineaba en la playa, en las plataformas y sobre los planchones. Para esta generación de braceros que se reunían de todas partes con su buena dotación de canteras africanas, era un esfuerzo risueño, una infantil acrobacia de sus músculos sopesar bultos de cinco arrobas, encarrar o desencarrar toneladas de mercancía. Sobre sus brazos el día y la noche no conocieron descanso, ya que exprimían la jornada continua en turnos ininterrumpidos. Más de 8.000 braceros estremecieron el puerto.
El dinero abundaba. Cómo recuerdan los mayores con nostalgia aquella época en que el oro con sus águilas americanas o con las efigies inglesas, era moneda corriente y hasta embarazosa. En el camellón en tas horas de ocio, las libras y medias libras, resplandecieron en las manos de los jugadores de pique y palmo. Fue el tiempo de las inmigraciones europeas y asiáticas en que el extranjerismo de más de veinte nacionalidades prestó al puerto ambiente internacional con filosofías y creencias exóticas, voces y procedimientos de culturas antiguas, especialmente mercantiles. Emulaban con esta explosión de riquezas las ansias de placer, de desahogo, de amor libre y embriaguez, después del trabajo bruto y febril, o los galantes amoríos y despilfarros en los señores o gentiles aventureros. Las costumbres cristianas casi naufragaron en esta vorágine dorada y la fe combatiría precariamente con el liberalismo manchesteriano, la logia, los caballeros rosacruz y el protestantismo y los pioneros del comunismo.
Coexistente con esta época y más tarde sucesora. Cuando desaparezca la navegación, es la edad del ferrocarril, representada por su puente de leyenda sobre el rio, los talleres de nombradía nacional, los sindicatos ferroviarios y los reclamos huelguísticos iniciados ya en 1919. La ciudad se doblará con las barriadas de las Quintas. El ferrocarril mandaba y se hacía esperar cada día. La estación, además de ser la ciudadela donde se ensamblaban máquinas o se fundían ingeniosamente repuestos o se practicaban cálculos de alta mecánica, era sobre todo la antesala donde concurría la aristocracia y el pueblo, que, depurado de aquel ambiente de puerto, gustaba de las atenciones y finuras del espíritu. Mientras el autoferro aparecía, la tertulia señorial y chispeante dilatábase en las salas de espera, en los pasillos o bajo las pérgolas que amparaban del resistero. Hoy los talleres han sido trasladados a Flandes y la estación ha dejado de ser la antesala de la ciudad.